Memorias de un desconcierto

Memorias de un desconcierto

jueves, 6 de marzo de 2014

Superperro

Ojeaba un cómic en el quiosco de al lado de la parada del autobús. Era una forma, como cualquier otra, de dejar trascurrir el tiempo mientras esperaba que apareciera el 54 que me tenía que llevar a la cita. El cómic era de un super héroe y su perro. El super héroe era como otros tantos, defensor de la humanidad, cargado de valores morales, con una fuerza superior a la normal, con capacidad para correr muy rápido y un olfato muy agudo, en fin, un super héroe de lo más normal, pero la característica que me había llevado a cogerlo de la pila de tebeos era sus compañero de aventuras. Este no era otro que un perro de la raza golden retriever. Siempre me han gustado esos perros. ¡¡Bien!! en realidad me gustan todos los perros, pero esta raza en particular causa en mí una atracción especial. El perro no tenía ningún don que pudiéramos definir de super, simplemente era un bonachón que lo único que le gustaba era llenar de lametazos a cualquiera con que se encontrase y esa era la fatalidad de los villanos. Cuando el super héroe se encontraba en la parte más comprometida de la pelea, era entonces cuando aparecía el perro, que con grandes trotes y sonoros ladridos, llegaba hasta el villano y le ponía las dos patas de delante en el pecho. Con el impulso de la carrera y el peso del perro, los villanos, pillados por sorpresa, caían al suelo y una lluvia de lengüetazos los dejaba desconcertados hasta tal punto que el super héroe, recuperándose con rapidez de la situación de inferioridad en que se encontraba, podía reducir al malo, no sin antes llevarse, también él, algún lamido del perro. El cómic no daba para mucho más. Algunas peleas para justificar al héroe pero la mayoría de las páginas eran de lo más costumbristas. Pasear al perro, dejar que los niños lo acariciaran, recoger las caquitas, o caconas, que el animal dejaba en sus paseos, pararse a hablar con otros propietarios de perros y regentar una tienda de alimentos para animales, ¡¡cómo si no!! y su poder lo adquirió debido a una partida defectuosa de galletas para mascotas que él probaba una tarde de pocos clientes y mucho aburrimiento y que le habían mutado transformándole en 'Superperro'.

Lo cierto es que no se como me encontré sentado en el autobús leyendo, con verdadero interés, las aventuras de estos dos personajes. La verdad es que no me dejo de asombrar de las cosas que atraen mi atención pero allí estaba yo, enfrascado en luchas por salvar a la humanidad a base de lengüetazos de perros mientras una señora jubilada hablaba por el móvil, en el asiento de al lado, con alguien, que por lo que pude deducir entre paso de página y paso de página, la conversación duro lo suyo, era compañera de salidas promocionales.

- Sí. El nombre del sitio no lo recuerdo pero fue aquella excursión en donde nos regalaron el jamón. Aquel tan salado.

Pude oír esto mientras me relamía los dedos para humedecerlos y poder pasar la página con más comodidad.

Por un momento estuve tentado de dejar la lectura pero era justo en el momento en que la humanidad iba a caer en manos de un ser odioso vestido con un traje de arlequín, por la parte de delante, y por la parte de atrás se le veía unas formas y vestimentas diabólicas. La duda me corroyó por unos instantes, el destino de la humanidad pendía de mi lectura. ¿Jamón salado o arlequín diabólico?. No se qué hubieras hecho tú pero yo lo tuve claro. Cerré el cómic y apoyé la cabeza en el cristal de la ventana haciendo como que miraba para afuera, pero mis oídos, tal vez imbuidos de un poder adquirido con la lectura, giraban para dejar las pantallas auditivas orientadas hacia la señora.

Fue poco el rato que pude chafardea la conversación. Apenas para enterarme que Manolo se pasó con el jamón y que luego estuvo unos cuantos días de cagaleras, y que su mujer María tuvo a bien explicar a las amistades. Y justo cuando iba a comentar que la Pepa y el Antonio se estaban liando, 'ya ves tú, ¿cómo si fueran unos chiquillos?' llegué a oír, la mujer empezó a levantarse para bajarse del autobús. Y por más que mis oídos hubiesen adquirido poderes especiales, a la postre resultó un fiasco el esfuerzo por escuchar el resto del comentario mientras veía como bajaba la rampa del autobús.

Ya estaba por abrir de nuevo el cómic, cuando pude ver que llegaba a mi parada. Miré hacia la marquesina y allí la vi. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que absorto como me quedé en el quiosco, no le había comprado ningún detalle, así que al bajar y darnos dos besos, le tendí el cómic a modo de regalo con la esperanza de que alguna vez me lo dejase terminar de leer para saber que pasó con la humanidad, el arlequín malvado, el perro bonachón y 'Superperro'.

4 comentarios:

  1. Jajajajajajajaja!!!! Te he dejado para el final. Como el postre. Yo quiero saber qué línea de autobús tomas para tomarla yo alguna vez!! Me ha encantado!! Un abrazo muy fuerte!! :))

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    1. Nada, un día te pasas por aquí y te invito a un viaje en bus. Escaso pago para las alegrías que me das con tus comentarios.

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  2. Ummmm, lo del jamón me ha recordado un viaje desde Almería a Roquetas en una cueva-restaurante con jamones colgados, jejeje ¿salados? no podría decir.

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    1. Es lo que tiene estos viajes promocionales, buenos regalos pero con trampa.

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