Memorias de un desconcierto

Memorias de un desconcierto

martes, 21 de enero de 2014

La primera cita

David estaba muy nervioso y se había hecho una lista con las cosas que creía necesarias para que su primera cita fuese redonda. Lo primero que había en esa lista eran velas y flores, así que David bajó al todo a cien de la esquina de la calle en busca de velas. Compró de todos los colores y olores que vio y consiguió obtener, de regalo, un calendario del 2014 hecho sobre una especie de cañas enrolladas y una gran sonrisa de la china que le cobró tan ahumada compra. Luego fue a buscar las flores. Rosas, claveles, margaritas, hasta crisantemos llegó a comprar. David volvía a casa contento con la compra que había hecho y repasando lo siguiente que tenía que preparar. En una página de internet había leído que la música romántica era necesario en cualquier encuentro amoroso, pero David no disponía más que de una pequeña radio-transistor que la mayoría de las veces emitía más interferencias que notas musicales, así que cuando llegó a casa y dejó la compra sobre la mesa del comedor se dedicó a ir, transistor en mano, por toda la estancia buscando que lugar de ella le permitía recibir la emisión sin demasiadas interferencias. Para su desazón, el lugar resultó ser el cuarto de baño. David no había leído nada sobre la conveniencia o no de poner allí la música, pero tenía demasiadas cosas pendientes como para volver a buscar en internet algún consejo pertinente. También había leído, anteriormente, la idoneidad de acertar con el momento, así que basó el día de la cita, a falta de mejor ayuda, al pronóstico del horóscopo. 'Blablablá, blablá. Mejor día el martes. Mejor color el blanco. Mejor número el ocho'. Así que fue para el martes cuando la invitó. El blanco lo solucionó con una mantelería blanca que su madre le dio el día que se fue de casa. Y el número ocho... ese número de desconcertaba y a la vez le excitaba. En su lista también había anotado, consejo de su gurú de internet, que no hay mejor camino que la insinuación en lugar de la vía directa para conseguir un propósito amoroso. David ya hemos dicho que era novel en esto del amor así que no estaba muy puesto en el tema de la insinuaciones. Después de muchos titubeos creyó dar con la solución. Haría una barbacoa con unas grandes butifarras y conejo. David se felicitaba de lo brillante que había sido su idea. Obligatorio, le había dicho el maestro en el amor de internet, es una luz tenue que magnifique el fulgor del resplandor de las velas. Aflojó algunas bombillas y solucionó el tema no sin antes quemarse las yemas de los dedos. David tachaba las cosas de la lista según las iba haciendo y ya sólo le quedaba esperar el momento. Alrededor de la mesa esparció ambientador, aportación suya y no sacada de internet, y para matar el tiempo se fue al lavabo, donde el transistor atronaba el último éxito de Lady Gaga, a mirarse en el espejo y conseguir obtener alguna pose sexy con la que impresionar y conseguir que este amistoso encuentro, que ella esperaba, cogiese una vía más pasional.

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